sábado, 31 de mayo de 2008

"Tout ne est pas pardonne" / BAFICI

Ya era de noche, alrededor de las 11, cuando el subte frenó, estación Carlos Gardel, directamente bajo el Abasto, una de las tantas otras sedes del BAFICI, Buenos Aires Festival de Cine Independiente.
Bajó poca gente, gente en desacuerdo con sus alrededores. Amarillos y verdes impregnando ropa, producto de los genios avant-garde de la tela, Kandinskys cansados del esteriotipó y sus reglas, por eso, al no entender la complejidad revolucionaria en el color patito o musgo, simplemente les sonreí y seguí con mis grises.
En la base del edificio también había poca gente, la mayoría parejas en sus veintenas, lo cual no hace más placentero el hecho de revisar el bolsillo para ver si seguía estando, aunque yo esté seguro, la sola entrada al cine. La película, “Tout est pardonné”, dirigida por Mia Hansen-Løve, joven directora de 27 años, entre los títulos como “Im a Cyborg, but thats ok”, “Dr.Plonk” o “The Embroy hunts in secret”, parecía la opción razonable, por no decir segura, para los escépticos del “nuevo” arte.
Subí, si uno puede decir que se suben escaleras mecánicas, para llegar al cine, dos pisos. Por primera vez en la noche me sorprendí. Una cola, larga, asomando ya desde el final de las escaleras, daba la bienvenida a todo, que como yo, aguardara con una entrada. Atravesaba la antesala, no muy grande de por sí, con locales de comida a los costados, e iba en aumento.
Pensé sobre las continuas recriminaciones a la sociedad del siglo 21, cada vez más aliterada, menos instruida, menos “culta”, asumiendo que fuera posible enseñarle “cultura”, después de haber dado el quimérico salto de definirla, como una simple tabla periódica: “Bernhard, al estar en el grupo 3, apenas tiene 3 electrones en su última orbita, ahora, si ven que los del grupo 5, como Heifetz, tienen 5 electrones en la última, chicos ¿cuánto tendrá Pollock?”. Y ahí me encuentro yo, con un público ansioso por ser parte del nuevo movimiento, testigo y coparticipe de la vanguardia, del futuro mismo.
Fui al final de la cola y, mientras, veía avanzar a una pareja, de las ya mencionadas, por al lado de la fila, indiferentes, y pasar directamente al guardia que delimitaba la ultima escalera mecánica. Cuando ocurrió por tercera vez empecé a dudar, faltaban solo cinco minutos para la función y no avanzábamos, por ende me arriesgué, abandonando mi lugar, y fui a preguntarle al guardia sobre la película, si la habían cancelado o por el estilo.
Me miro, cansado, “¿Que vas a ver?”, “Tout est pardonné. Todo esta perdonado”, igual me siguió mirando, “¿una del Bafici?” “Si” “A ver la entrada” se la mostré “Pasa”. La próxima imagen que me surgió, fue la de todos en la fila, indignados al no conocer este detalle, abalanzarse sobre el guardia para después atropellarme al intentar ser de entre los primeros en cosechar los frutos de las mentes más creativas, mas originales, del momento.
Sin embargo, no sucedió así. No diría con lastima, pero las miradas, desapareciendo al elevarme hacia el final del trayecto, no constituían un buen augurio.
Una mujer, en la cúspide, corto mi entrada y me indico la tercera puerta a mi izquierda. Era la segunda vez en la noche en que me sorprendía; la sala, pequeña, alojaba solamente diez parejas, tres o cuatro como yo, esperando a que comenzara.
Me senté lo más cerca posible del medio. Pasaron unos minutos hasta la oscuridad, luego unos segundos para la función. Si no hubiera sido por el hombre que estaba sentado al costado de la pantalla, una esquina ensombrecida, a excepcion del brillo de una laptop sobre una mesa delante suyo, y unos subtítulos añadidos al margen para el que no supiera ni francés ni ingles, e igual viniera a ver una película titulada: “Tout est pardonne”, seria una función más.
Resumiré el contenido para no agobiar tanto como la realidad.
Comienza con una familia normal, el padre francés y la madre austriaca, tienen una hija de seis y viven en Viena. Victor, ese es su nombre, consistiría el esteriotipó del poeta malogrado, vividor, que se entrega al alcohol y las drogas para soportar las noches, en cambio, Annette, la cual trabaja y mantiene la familia, obviamente ama tanto a su esposo que soporta sus vicios, de los cuales ella solo conoce el alcohol. En un intento de solucionar la tensión marital se mudan a Paris. En esta ciudad empeora la relación al punto en que una noche el esposo la golpea. Ella da las primeras señales de clausura, pero es él el primero en abandonar el hogar, mudándose a la casa de su amigo/dealer, después de haber entablado una relación amorosa con una mujer que conoció indirectamente a través de este amigo, que también vive en la misma casa. Experimentando con nuevas drogas, particularmente la heroína, se suceden varias escenas de consumo, insulsas y obvias para estos tiempos, que acaban en la sobredosis de la novia y la posterior reclusión de Victor en el hospital, donde su pasada mujer lo visita, enterándose de sus actividades. Él le pide que vuelva a su lado, pero la mujer lo rechaza y lo elude al ir a vivir a Caracas. La película da un salto temporal de 11 años hacia el futuro, donde el padre, más joven que antes si es posibles, intenta acercarse a su hija, de 17 o de 18, ahora que esta recompuesto y sabe que han regresado a Paris. El mundo se equilibra perfectamente, la madre se ha vuelto a casar y el padre se ha reencontrado con el arte y su hija, felices, todos muy felices.
Pero un verano, haciendo énfasis en que el “pero” al comienzo de esta frase contiene mayor sorpresa, el padre muere con la última carta, escrita hacia su hija, bajo su mano, adjuntando un poema que mi adormecido conciente no podía abarcar. Como última escena, ya sin más clichés para utilizar, la hija, después del entierro y en casa de sus abuelos, circundada de bosque, decide adentrarse en él, con la cámara captando el alejamiento de su silueta entre el verde.
Simplemente, una Merde.
Roberto E.M.



Wassily Kandinsky - Composicion 8




Jackson Pollock - Lavender Mist


"Y la verdad es que solo sentado en el coche, entre el lugar que acabo de dejar y el otro al que me dirijo, soy feliz, solo en el auto y en el viaje soy feliz, soy el mas infeliz de los recien llegados que pueden imaginarse, llegue a donde llegue, en cuanto llego, soy infeliz. Soy de esas personas que, en el fondo, no soportan ningun lugar del mundo y solo son felices entre los lugares de donde se marchan o a los que van. Hace solo unos años creia que esa fatalidad enfermiza tendria que conducirme muy pronto, forzosamente, a esa locura total, pero no me ha llevado a esa locura total, me ha guardado realmente de esa locura total, de la que durante toda mi vida he tenido el mayor miedo."

Thomas Bernhard - "El sobrino de Wittgenstein"
Hola! Soy Lucio. Bueno, esta es mi primera primerísima vez que escribo en un blog, así que la verdad, ni idea de que estoy haciendo. Cuando alguien se meta en serio, por favor que borre esto. a medida que me vaya familiarizando con este mundo iré subiendo lo que haya escrito. Saludos a todos.