jueves, 26 de junio de 2008

"mi Holanda"

Se detiene el colectivo, el 60, y me subo, en los asiento del fondo me espera ella, Natalia, pero por ahora no la veo, solamente al conductor, apenas entra en su asiento, en continua pugna con el volante, no es de acá, se delata, desde su piel hasta su “¿Cuánto?”, “90” y retiro los diez centavos sobrantes, guardo la moneda en mi bolsillo y empiezo a atravesar el pasillo, sus paredes empedradas con ancianos, madres con hijos en sus faldas, asientos vacíos y luego una pareja en su veintena, sus manos entrelazadas, otros asientos vacíos, demasiados, extraño mas allá de un sábado a la mañana, y hasta el final, en las cinco filas de asientos que restan, esporádicos hombres, mayores, una mujer joven inmiscuyéndose, rubia para aumentar el contraste, y atrás, a apenas dos filas, la veo, a Natalia, ella ya me vio, me sonríe y le sonrió, tiene ojos verdes, “Hola”, me siento a su lado, es frágil, algo pálida, como los inviernos en Holanda, como despertar bajo 15 grados dentro y menos 5 fuera, como ver tras ventanas empañadas los árboles, los autos, los paraguas, blancos, todo blanco, su blanco “¿En que estas pensando?”, “Nada, nada, en el parcial del lunes” “Ahh, Igual, te va a ir bien, siempre te va bien, si leis…, ya he salido de mi casa, al blanco, con mi hermano, nos espera la escuela dentro del auto, cubierto de un fino manto de agua caliente, de esta mañana, de prever el invierno “¿Roberto?” “Te escucho, capitulo 25 y 26 sobre todo” “Te me vas a veces, creo” “De tu lado, nunca” y nos sumimos en esos silencios nuestros, igual, ella tiene a alguien, justo va a ver a ese alguien, compartimos el viaje a ese alguien, compartimos esa media hora, media hora de nuestros silencios, mi mejor media hora, “¿Y vos, ya te leíste todo?” “Y si, si faltan unos días” “Que raro” “Callate” se ríe y tira las mangas de su pulóver hacia delante, cubriendo, o intentando cubrir, en su muñeca, una nueva marca violácea, purpúrea, cárdena, de juegos de niños y caídas en el congelado suelo, de una puerta de aula o auto a destiempo, de una mano que tuerce la muñeca, una mano familiar, de casa, de padre, ella sabe que la vi y la esconde bajo su pierna “Tengo frío”, me sonríe y le devuelvo la sonrisa, o algo parecido, y regresamos a nuestros silencios, pero mis recuerdos están más cerca que ella, años mas próximos que unos centímetros, un entre asientos, porque no hay marcas en mis árboles, autos o paraguas, solo blanco “Esta es mi parada”, se levanta, rápida, y nos despedimos, besos en las mejillas, “Estudia” me advierte, con su sonrisa, yéndose, llevando en su piel, su palidez, en su corta cabellera roja, mi Holanda.
Roberto EM

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